Moisés es un pastor en la tierra de Madián. Apacienta el rebaño de Jetro, su suegro. Anteriormente, cuando Moisés tenía cuarenta años, había intentado que la nación de Israel se rebelara contra la opresión de los egipcios. En ese intento había matado a golpes a un egipcio. Su gente, sin embargo, no se había reunido detrás de él.
Hechos 7, versículos 23 al 28.
Compare Juan 1, versículo 11.
Luego Moisés huye a Madián. En Éxodo 3 leemos que viene con el rebaño al monte Horeb. Allí ve algo especial: una zarza ardiente que no es consumida por el fuego. Dios (o: el Ángel del SEÑOR) se revela en el fuego. Le ordena a Moisés que se quite los zapatos porque está en tierra santa. Moisés está abrumado por esta revelación y no se atreve a mirar a Dios.
El SEÑOR (Yahvé) se da a conocer como el Dios de sus antepasados, y le dice a Moisés que claramente ha visto la opresión de su pueblo, y ha oído su grito de ayuda.
Él recuerda su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. Éxodo 2, versículo 24.
Moisés recibe instrucciones de ir ante Faraón y sacar a los israelitas de Egipto, de acuerdo con la promesa que Dios le hizo a Abraham en Génesis 15.
Al recordar su anterior intento fallido de lograr que el pueblo lo respaldara, Moisés se opone. Se considera incapaz y teme que la gente no crea que actúa en nombre de Dios.
El Señor es misericordioso con Moisés y responde a todas sus objeciones. Moisés puede llevar a su hermano Aarón para ir a Faraón.
Es Dios Mismo quien abrirá el camino de la redención.
El fuego también es una imagen de la presencia divina en otros lugares de la Biblia.
Véase Génesis 15, versículo 17.
Éxodo 19, versículo 18.
Salmo 18, versículo 9.
La zarza ardiente es una imagen del sufrimiento y al mismo tiempo de la preservación del pueblo de Israel. Una imagen del Dios eterno, morando para siempre en medio de Su pueblo para limpiarlo y preservarlo.
Zacarías 2, versículo 5.
Deuteronomio 4, versículo 20 llama a Egipto “el horno de hierro”. Ese es el fuego de prueba y purificación.
Cuatrocientos años antes, Dios había llevado a Jacob y su descendencia a Egipto, donde la abundancia de trigo les permitió multiplicarse. Al final de este período, la opresión egipcia hizo que el numeroso pueblo añorara la tierra prometida, la tierra que fluye de leche y miel.