Cuando José se ha dado a conocer a sus hermanos, se dirige a ellos. Sus palabras no muestran rastro de resentimiento por el hecho que lo vendieron como esclavo. Les señala que Dios permitió que todo esto sucediera para salvar a su familia de la hambruna.
‘Pues bien, no fuiste tú quien me envió aquí, sino Dios...’
Génesis 45, versículo 8.
José les instruye que traigan rápidamente a su padre Jacob a Egipto, junto con todas sus posesiones y descendencia. Pueden vivir en la región de Gosén, cerca de José.
A esto le sigue un emotivo saludo. Primero estrecha entre sus brazos a su hermano Benjamín -al igual que José, hijo de Raquel- y llora. Y luego abrazo a sus otros hermanos.
A la izquierda de la pintura se ve una mesa para comer juntos: un símbolo de la relación restaurada entre José y sus hermanos.
Paralelo a la vida de Jesús:
José es reconocido por sus hermanos.
Génesis 45.
También Jesús será reconocido por Su pueblo como su hermano, quien resultará ser el Mesías.
Zacarías 12, versículo 10:
‘Pero sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén derramaré el Espíritu de gracia y de oración. Me verán a mí, a quien traspasaron. Harán duelo por él, como quien hace duelo por un hijo único; y se quejarán amargamente de él, como quien se lamenta amargamente del primogénito.’
Véase también Zacarías 13, versículo 1.
Romanos 11, versículo 26:
‘Y así todo Israel será salvo, como está escrito: El Redentor saldrá de Sion, y quitará la maldad de Jacob.’