Cuando Jesús es sentenciado a muerte en la cruz por Pilato, lo llevan fuera de la ciudad para ser crucificado.
Jesús fue crucificado para pagar la pena por nuestros pecados en nuestro lugar.
Esto cumple lo que el profeta Isaías había profetizado siglos antes en
Isaías 53, versículos 1 al 6:
‘¿Quién ha creído a nuestro anuncio, y sobre quién se ha revelado el brazo del SEÑOR? Porque ha brotado delante de él como un retoño, como una raíz de tierra seca. No tenía estatura ni gloria; cuando lo mirábamos, no había forma de que lo hubiésemos deseado.
Fue despreciado, el más indigno de los hombres, varón de dolores, experimentado en enfermedades, y como uno de quien se esconde el rostro; Fue despreciado, y no lo estimamos.
En verdad, Él tomó nuestras enfermedades sobre Sí mismo, llevó nuestros dolores. Nosotros, sin embargo, lo tomamos por un hombre azotado, golpeado y oprimido por Dios.
Pero Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades. El castigo de nuestra paz fue sobre Él, y con Sus llagas fuimos nosotros curados.
Todos nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino. Mas Jehová echó sobre él la iniquidad de todos nosotros’.
1 Pedro 2, versículo 24:
‘quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, muriendo a los pecados, vivamos a la justicia’.
Juan 3, versículo 16:
‘Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna’.
1 Corintios 15, versículo 3:
‘Porque ante todo os he enseñado lo que también recibí, que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras’.